Ayer soñé…

2 noviembre, 2011

Ayer tuve una pesadilla. De repente ya no estaba.

No podía tocar a mis hijos, ni despedirme de ellos, mi mujer no me oía decirle cuánto la quería. No podía jugar con Inés, ni llevarla a la guardería ni acompañar a sus hermanos mayores al colegio.

Ya no estaba. No me despedí de mis amigos para darles las gracias por todos estos años.

No abracé a mis padres para darles las gracias… por dejarme nacer, por ayudarme a ser como soy.

Entonces era tal la tristeza que olvidé lo que no era importante. Me olvidé de la crisis, del pesimismo, de mis ratos malos. Olvidé pensar en el pasado y preocuparme por el futuro. Porque ya había llegado.

Pero desperté. Y estaba aquí.   

Y descubrí que puedo dar un abrazo a mis hijos todos los días, hacer cosquillas a Inés mientras no para de reir. De acompañarla a la guarde y cerrar la puerta de clase mientras me dice adiós con esos dedos tan gorditos.

Puedo llamar ahora a un amigo y decirle qué tal estás, o darle las gracias, o tomar una cerveza y disfrutarla aunque charlemos de lo más mundano y absurdo.

Puedo ver a mis padres y decirles con la mirada todo lo que les debo.

Y es tan grande mi alegría que he olvidado lo que no es importante: de la crisis, de los que me quitan energía, de todo lo que no es esencial.            

Dichoso virus del síndrome Up.

No vendas tu vida, vuelve a lo esencial.

 

Íñigo Alli